La recaudación de Weapons se acerca ahora mismo a los 150 millones de dólares, lo que es toda una sorpresa para una película de terror. El nuevo film de Zach Cregger tras Barbarian puede medirse así con Los pecadores (otra producción de Warner) representando así el excelente estado del género y una muestra de fuerza para las historias originales que son capaces de sorprender al público. Una de sus grandes sorpresas, en ese sentido, tiene que ver con el personaje de la malévola tía Gladys.
Tal y como comprobamos a medida que se desenrolla la historia, esta suerte de bruja moderna desempeña un rol central en el misterio que impulsa Weapons, y tiene tal carisma como para que Cregger ya haya insinuado la posibilidad de dedicarle una precuela.
Lo interesante, sin embargo, es cómo ha devuelto a primera línea a una actriz de 74 años bastante olvidada por el gran público, como es Amy Madigan. En los últimos años ha aparecido sobre todo en series (caso de Fringe, Carnivale o Anatomía de Grey), pero allá por la década de los 80 estuvo a punto de ganar el Oscar gracias a La vida puede continuar.
Este drama coprotagonizado por Gene Hackman casi le da la estatuilla, yendo a parar sin embargo a Anjelica Huston por El honor de los Prizzi. Al margen de que Madigan apareciera en otro film muy recordado de la época como Campo de sueños, el recuerdo de los Oscar nos lleva a otro episodio de una gala posterior, en 1999. A esta gala Madigan acudió acompañada de su marido, que no es otro que Ed Harris. Y su actitud sorprendió tanto como para que hoy, coincidiendo con el éxito de Weapons, se lo hayan recordado.
Ha ocurrido en el New York Times, donde le han preguntado por aquella gala. La historia es sencilla: en esta tuvo lugar un homenaje al director Elia Kazan, que había sido galardonado con el Oscar honorífico. Fue presentado en el escenario por Robert De Niro y Martin Scorsese, y figuras como Warren Beatty o Kathy Bates no dudaron en aplaudir. No fue el caso sin embargo de Madigan y Harris, que se quedaron inmóviles y con rostro imperturbable tal y como registraron las cámaras.
“No íbamos a hacer eso de ninguna forma, de ninguna forma”, explica hoy Madigan. ¿A qué se debió esta decisión? Pues al conocido vínculo de Kazan con la caza de brujas que había asolado Hollywood años atrás. Cuando el director de La ley del silencio (fallecido en 2003) dio su testimonio frente al Comité de Actividades Antiamericanas y denunció a ocho excompañeros que habían militado junto a él en el Partido Comunista.
Un gesto ignominioso por el que muchas figuras de Hollywood todavía no le habían perdonado a finales de los 90. Caso de Madigan, teniendo razones muy personales para ello: “Mi padre, que ya no está con nosotros, era analista político y periodista y trabajaba en el Capitolio durante el macartismo, algo que le afectó profundamente. Todo eso me trajo muchos recuerdos. Yo pensé ‘nop’”.
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