El confinamiento por la pandemia de coronavirus trajo consigo algunas pocas cosas buenas. Una de ellas fue Ana Milán. La actriz comenzó a contar por redes sociales anécdotas de su vida que cautivaron, emocionaron e hicieron desternillarse a los internautas. Ahora, esas anécdotas se han convertido en la base de la nueva serie original de Atresplayer Premium, By Ana Milán.
¿Cómo se ha sentido reviviendo sus propios recuerdos? Es curioso porque la mente humana… me pasó rodando una escena del capítulo 5, que la rodé muy pronto porque teníamos muchos capítulos abiertos, en la que me dio el mismo ataque de risa que me dio cuando sucedió lo mismo hace 15 años. Y recordaba muchas más cosas reviviéndolo, a la vez mi cabeza traía más detalles de aquello que pasó. Es fantástico, es como tener tu propia caja negra.
¿By Ana Milán hace honor a eso de que la realidad supera la ficción? Lo tendréis que decir vosotros, pero en mi vida la realidad supera la ficción. También depende de la ficción, si es Los Soprano, no, pero que supera a la mayoría de las ficciones, sí (risas).
¿Qué ha aprendido de sí misma viéndose en esos recuerdos? He aprendido que la madurez sienta realmente bien. La madurez es un grado que sienta bien para casi todo, para trabajar, para recibir buenas noticias, para las que no son tan buenas, para poner en el punto justo todo aquello que llega a tu vida.
Durante el confinamiento comenzó a contar estas anécdotas, ¿compartir las cosas que le pasan a uno ayuda a superarlas o las mejora? Y tanto que sí. Lo que no se expone acaba enfermando. Acaba generando un dolor de cabeza… y cuando lo sacas, te ríes o lo lloras, que no todo en la vida va de reír, y escuchas a otro ser humano decir "a mí también me pasó"… te ayuda. Tenemos mucho miedo a compartir.
Hay quien lo ve como un defecto... Mi madre siempre me decía desde que era pequeña “nena, no cuentes tantas cosas, que lo que haga tu mano derecha no lo sepa la izquierda”. No le hice caso nunca. Supongo que va en caracteres. Pero el ser humano necesita comunicarse, necesita sentirse entendido y necesita sentir que nadie le enjuicia.
¿Le sorprendió el éxito de sus anécdotas en redes sociales? Un poco, flipé un poco. Sobre todo cuando se hizo tan viral. Cuando estábamos en el directo y la gente ponía ja ja ja pues estoy acostumbrada a contar algo y que la gente se eche unas risas, pero de repente llegaban a grupos de mi Whatsapp movidas mías. Y como no salíamos a la calle no entendía qué estaba pasando y me iban diciendo que se estaban creando canales de YouTube y cuentas para recopilarlas. Y yo “¿en serio?”. Sí, me sorprendió.
Es usted una persona que se ríe mucho… Mucho, mucho, mucho, sí. Es que si no… como la vida vaya de pagar hipoteca e IBI, menuda mierda, ¿no? Reírse es muy guay, es un antibiótico estupendo.
¿Cuál es la clave? ¿Va en el carácter o lo ha aprendido? Hay gente que nunca ríe. Lo único que sé es que en momentos de mi vida en los que me he reído menos y he sido más quejica o más demandante o he estado de más mala hostia no me ha ido mejor. Entonces una acaba aprendiendo.
¿Aprendiendo qué? Que la vida no está para sobrevivirla ni para salir de ella sin cicatrices. La vida está para aprenderte unos cuantos estribillos de rock and roll y cuando llegues la residencia decir, ea, ahí se queda el currículum.
¿Aún le sorprende el ser humano? Hay varias cosas que me alucinan del ser humano y que me dejan como colgada: las parejas que no se hablan en los restaurantes. A mí eso me deja flipada. Hija, cena en tu casa y te lo ahorras. Y la gente que va andando por la calle y tiene el gesto de la boca torcido hacia abajo. ¿Cuántas veces has tenido que hacer ese gesto para que se te haya quedado así? Yo prefiero tener arrugas alrededor de los ojos que la boca hacia abajo.
¿Por qué tiene tantas anécdotas, porque exprime la vida? Ah, sí, sí, es que la vida… yo cuando la palme Dios no me va a deber ni una. Ya no me la debe, de hecho. He salido mucho, he viajado mucho, he conocido a mucha gente… tengo la curiosidad a flor de piel y me interesa el alma humana.
¿Qué tipo de almas? Pues no me interesan para nada las vidas impecables. Eso aburrido de "fue buen estudiante y se casó con su novia del colegio y llegó a los 37 al puesto de jefe..." Me interesan los folios arrugados, los folios blancos y lisos son todos iguales.
¿La virtud es aburrida? No, es fantástica, lo que es muy aburrida es la gente que nunca arriesga y nunca se mete en el barro. Métete en el barro, salta en él y si te metes un bofetón, pues algo tendrás para contar a los 80 años. Yo cada vez que me he dado una hostia como un piano de cola he pensado, “¡Cuando le cuente esto a mis nietas, madre mía!”. Y me considerarán una abuela modernísima y aventurera.
¿Le disgusta el postureo? Me parece que es un curro impresionante y el que lo quiera practicar tiene todos mis respetos porque se lo está trabajando muchísimo. Yo no lo practico porque no tengo paciencia para hacerle setenta fotos a un aguacate, no tengo paciencia ni quiero aprender a tenerla a mis 47. La realidad me parece mucho más divertida y los defectos también. Y las mujeres con ojeras y las tallas 42 y los amaneceres que no son perfectos y me interesan mis amigos, curren en lo que curren y me va interesando más un vaquero con un buen jersey que un vestido de licra que no te permite respirar.
Se podría usted tatuar lo de "que me quiten lo bailao"... Bueno, no sé si tatuármelo, pero estoy escribiendo una novela para Planeta que se llama Bailando lo quitao.
¿Tiene la sensación de estar mejor que nunca? No tengo la sensación, tengo la certeza. De hecho, hace poco se lo decía a alguien a quien quiero mucho. En este momento puedo decir que hay mucha felicidad a mi alrededor.
Hace tiempo la entrevisté y me habló de sus vivencias con una profesora que tuvo usted y que era muy mala, ¿podríamos ver anécdotas de la Ana niña en otra temporada? Si hay una segunda temporada será una propuesta que haga porque ya de niña las liaba muy pardas. Tengo un par de anécdotas gloriosas que me encantaría que una pequeña Ana las interpretara. Una con una monja maravillosa que se llamaba Sor Presentación y otras con mis vecinas maravillosas Marta y Ángela. Yo cantaba sobre una mesa y las obligaba a ellas ha mover las manos como si fueran los focos. Y a Marta un día se le durmió el brazo, lo bajó y le di una parada en la cabeza. O sea, era una salvaje. Aún me une amistad con ellas a día de hoy y no entiendo por qué (risas).
En esa misma entrevista me decía que le daba mucho miedo ir al despacho del director, ¿qué le da miedo ahora? Me da miedo perder a todos aquellos que forman mi familia escogida.
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